martes, 27 de marzo de 2007

¿Por qué los bostezos son tan contagiosos?



¿Os habéis dado cuenta que cuando bostezamos se podruce una epidemia a nuestro alrededor? Uno tras otro caén en ese abrir de boca, cerrar de ojos y leves lágrimas que rara vez se delizan por el rostro.

Pero así, sin más, sin ni siquiera avisar, se presenta por sorpresa y nos pilla desprevenidos en cualquier lugar: en mitad de una clase, de charla con los amigos, o incluso, en mitad de la pista de baile, y entonces ocurre lo peor: toda una discoteca bostezando al son de la música, pero eso sí, sin dejar de mover el esqueleto.
El bostezo nos delata. Sí, no hay más juez que él, si te aburre la conversación de ese amigo que solo te cuenta batallitas increíbles; si tu padre no deja de echarte la bronca y si tu novia tiene pajaritos en la cabeza, va él, ni corto ni perezoso, y le dice a tu interlocutor que se calle, que cambie de tema y... cuántas veces hemos recurrido a: "No, no es que me aburra, es que he pasado una mala noche, eso es todo"
¿A qué se deben? Posiblemente atienda a ese dicho que no sé si es tan popular como creo: "Culo veo, culo quiero" y es que el ser humano es uno de los seres vivos más inconformistas que existen, siempre deseamos lo que tiene o hace nuestro vecino, amigo... y claro, para el bostezo no íbamos a ser menos, si tú lo haces, yo ¿por qué no?
Lo que dicen los expertos
Se han realizado diferentes estudios sobre el caso pero ninguno da una explicación firme. Me quedo con la siguiente teoría que afirma que el bostezo es contagioso porque se usa como herramienta para sincronizar el comportamiento anímico de un grupo de seres: cansancio, hambre...
Un código de comunicación que va a su bola sin importarle nada, ni censuras, ni ideologías, nada, absolutamente nada. Olé ese bostezo.

1 comentario:

Alex dijo...

Hay bostezos particularmente contagiosos, y ninguno es peor que el acabado en un gemido de escala descendente, similar al ruido que hacen al alejarse los coches que van en sentido opuesto. Si encima el emisor cierra los ojos a la vez que la boca y se queda con cara de panoli, el contagio alcanza proporciones epidémicas. Por ejemplo:"A veces basta con que bostece un actor en la tele, o incluso un personaje de una novela, para que usted abra su bocaza de hipopótamo".
A todo esto habrá que añadir lo que analizaron Gordon Gallup y sus colegas de la Universidad Estatal de Nueva York sobre este contagio. Según ellos, afirmaron que el fenómeno tendría algo que ver con la diferente capacidad de cada individuo para imaginarse en la piel de otro y saber así qué quiere, qué sabe o qué intenta hacer éste.