viernes, 15 de junio de 2007

El comer nos calma

Sí, así es, se acabaron las cantimploras de tila, melisa, o todo tipo de mejunjes de la abuela que nuestra madre nos ofrece cuando nos ven un poquito alterados y es que la solución es darse un buen atracón gastronómico.

Si tienes un examen, no dudes en abrir la nevera y engullir como un energúmeno todos los pasteles que tan ansiosamente tu hermano esconde tras las terribles verduras de tu madre. Pero si la cosa es aún más grave ¡péjate un festín! Coge a tu chorvi y llévatela a cenar al restaurante más caro y lujoso de la ciudad, y lo que es más importante, donde el cocinero sea generoso y llene bien los platos. Para rematar la noche y para que esta cenita especial no acabe con tu cuenta corriente finge que los nervios te han traicionado y... dejaste la cartera en casa. Si nuestra novia es una descarada y acudió a la cita sin blanca, no nos quedará más remedio que quedarnos todo el resto de la velada fregando platos, ¡eso si que relaja a cualquiera!

Lo que dicen los expertos
La explicación es bastante sencilla y atiende a nuestros principios más naturales. El ser humano de pequeño ha encontrado calma en los brazos de su madre durante el amamantamiento y desde niños hemos relacionado la tranquilidad con el comer, de ahí que aún hoy estemos más relajados y calmemos nuestros nervios con el estómago lleno.

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